sábado, 13 de marzo de 2010

FIESTA Y GOZO: PARÁBOLA DEL HIJO PRODIGO

La última parábola en este capítulo de Lucas (Lc 15.11-24) ha sido llamada la «reina de las parábolas». Muchos la han clasificado como el “cuento breve” (short story) más antiguo de la literatura universal. Tiene todos los elementos necesarios para la composición de una historia impactante que permita una multiplicidad de lecturas congruentes.

Dentro del discurso narrativo, este último cuadro es el punto culminante en que Jesús claramente analiza el problema fundamental de los líderes religiosos. La referencia a la paternidad divina se encuentra en el Antiguo Testamento en Os 11; Jer 31.18-20; Sal 103.13.

Aquí, Jesús pinta un cuadro muy descriptivo y emotivo de la relación entre el padre y sus dos hijos. Es obvio que el hijo menor alude a personas como «los cobradores de impuestos y la gente de mala fama», y el hijo mayor a gente como «los fariseos y los escribas».

El relato tiene dos partes: la primera es el alejamiento, arrepentimiento y regreso del hijo menor; la segunda, la reacción del hijo mayor.

En la primera parte encontramos la narración del derroche de los bienes y la caída al nivel más bajo que un judío podía imaginarse: ser apacentador de cerdos. Tomemos nota de que el cerdo era un animal impuro y que el joven, de pura necesidad, tiene que tomar un puesto inferior al nivel que los jornaleros en su tierra natal tenían. En tierra extraña, lejos de su familia, él se ha unido con un pagano que lo trata como muchos tratan a los extranjeros, explotándolo; y, además, padecía hambre.

Es interesante ver que, en el v. 13, leemos que se alejó físicamente de la comunión con su familia (se fue de viaje, a una región lejana); en el v. 15 el texto griego dice literalmente que “él fue a unirse con unos de los ciudadanos de aquella región”. El verbo griego kallaomai es muy fuerte y aquí se refiere a una relación de trabajo. Dios habla hoy y muchas otras traducciones modernas, correctamente interpretan que en este contexto se trata de «pedir o buscar trabajo».

Pero aquí hay un elemento de ironía. El joven se aleja de su padre que lo quiere y termina buscando trabajo, para unirse con un extranjero que lo detesta tanto como para enviarlo a apacentar cerdos, sin darle suficiente comida a cambio de su trabajo. La Biblia del peregrino nos da una excelente traducción: «Fue y se comprometió con un hacendado del país…» El que huyó del «compromiso» (la unión) con los suyos, ahora se ve obligado a comprometerse (unirse) con los que no son los suyos.

En todo caso, el joven recapacita y, en un monólogo interior, practica cómo regresar a su padre: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.» El «cielo» acá se refiere claramente a Dios. Para evitar decir el nombre de Dios o la palabra «Dios», los judíos muchas veces usaban «cielo». Por ejemplo, el «reino de los cielos» es sinónimo de «reino de Dios».

El joven ha pecado contra Dios y su padre; ahora está dispuesto a tomar aun la posición más baja de jornalero porque su amarga experiencia le ha mostrado que hay posiciones de un nivel aun inferior a esta. De un alejamiento físico y psicológico pasa a un acercamiento psicológico que culminará con el regreso físico a la casa paterna. Este regreso, este acercamiento, se define en la parábola como un regreso a la vida misma —«este mi hijo muerto era y ahora ha revivido»—, una resurrección de un estado de alienación moral, espiritual y social.

Pero hay una gran sorpresa en la narración: el padre es quien se acerca a él y corre a recibirlo. El padre viola las reglas sociales de su comunidad; en vez de esperar a que el menor (y, en este caso, el menor rebelde) le muestre reverencia, él sale a saludarlo. No hay recriminación alguna.

El hijo que no merece ser hijo y que ya no quiere ser hijo, recibe del padre el anillo del sello de la casa, que representaba la autoridad del padre. Recibe asimismo el mejor vestido (o, como también podría traducirse el griego stolên tên protên, «el vestido que tenía anteriormente», o sea, antes de abandonar la casa paterna). Recibe calzado; los esclavos no llevaban calzado, y los huéspedes se los quitaban cuando estaban en casa del anfitrión.

Anillo, vestido y calzado forman un conjunto de símbolos de un hijo legítimo de la casa. Esta parte también termina con el tema del gozo que, como ya vimos, es típico del evangelio de Lucas. El becerro gordo se comía en ocasiones especiales o durante visitas de personas importantes. El padre hace un llamado para festejar y gozarse. Al igual que todas las parábolas anteriores de este capítulo el perdón y la redención del ser humano siempre termina en FIESTA Y GOZO.

1 comentario:

  1. También dijo: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad.

    Entonces fue y se arrimó [fue a pedir trabajo] a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos [animal impuro para los judíos]. Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’ ”

    »Entonces se levantó y fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó. El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo [eufemismo para evitar el nombre divino] y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el mejor vestido [¿vestido real?] y vestidle; y poned un anillo [de sello y autoridad] en su dedo y calzado [los esclavos no tenían calzado; los huéspedes se quitaban los zapatos en la casa] en sus pies. Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, porque este mi hijo muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado.” Y comenzaron a regocijarse.» (Lc 15.11-24)

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